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Rafael Nadal se coronó campeón del Australia Open

Rafa Nadal era sinónimo de gesta, épica y todos aquellos epítetos que retraten a un deportista sobrehumano. Se instaló en la élite muy joven, en 2005. Todo el mundo conoce su capacidad de superación ante la adversidad, la mentalidad de hierro. Pues cualquier vivencia o pronóstico con el manacorí se había quedado corta. Todavía tenía más y mejor.

A los 35 años protagonizó una remontada de las que quedarán en el libro de oro del tenis, del deporte. Ya había capitalizado muchos de sus capítulos, pero éste tiene un valor incalculable. Semanas después de temer por una retirada abrupta ya que el pie izquierdo no mejoraba tras la operación, Rafa Nadal es digno de ser el campeón más grande de la historia. No son números, son hechos, hazañas. También es una cuestión de preferencias personales. Cada uno apostará por el suyo, nadie puede discutir los méritos del balear.

Rafa Nadal se rebeló contra todos los elementos que amenazaron con dejar sin premio su esfuerzo en Melbourne, y se llevó uno de los grandes partidos de tenis. Selló una loca remontada ante un Daniil Medvedev asimismo espléndido: 2-6, 6-7 (5), 6-4, 6-4 y 7-5 en 5h.24′ dramáticos, inolvidables. Acabó en festival el español, con la frescura de un chaval. Su ilusión es la misma con la que empuñó la primera raqueta. De tan agotado y emocionado, quedó en estado de shock unos instantes, antes de arrodillarse e ir hacia su grupo para abrazarse y regar el momento con lágrimas.

Por vez primera en su longeva y exitosa trayectoria Rafa Nadal tiene el récord de más coronas de Grand Slam. Suma 21, dejando atrás con 20 al suizo Roger Federer y al serbio Novak Djokovic. En su sexta final cazó por fin el anhelado segundo Open de Australia, tras haber dominado el de 2009.

Se convirtió en el cuarto jugador con dos o más coronas en cada ‘grande’, tras Roy Emerson, Rod Laver y Novak Djokovic, cuando menos lo esperaba. Festejó poder seguir jugando a tenis, haber llegado a punto para competir en las antípodas. Se sentía recompensado. Pero fue encadenando las victorias, afilando los colmillos, y puso el colofón más feliz a un sueño inesperado.

En Wimbledon 2008 acabó con el dominio de Roger Federer en el partido de los partidos, de 4h.48′. Estuvo en la final más larga de Grand Slam, que perdió en Australia 2012 ante Novak Djokovic en 5h.53′.

Esta vez se vio abajo 3-6, 6-7, 2-3 y 0-40. Continuó, no hay otra consigna en su cadena de ADN. Si no había aflojado tras el recital de tenis de Medvedev, de no haber aprovechado un punto de set y una ventaja de 5-3 en el ‘tiebreak’ del segundo, cómo no iba a afrontar la enésima situación delicada. La remontó porque Rafa Nadal siempre vuelve.

En la agonía del desgaste físico y emocional, al límite del colapso, Nadal se sacó de la manga ese extra de las leyendas. Medvedev se mantuvo como un titán, como cuando en situación contraria salvó punto de ‘match’ ante Felix Auger-Aliassime en cuartos, pero Rafa explotó el don de los elegidos para convertirse en el primer campeón de la era profesional de Australia que levantar la Norman Brookes Challenge Cup tras perder los dos primeros sets.

Es la cuarta vez que Nadal levanta un 0-2. En la final de Madrid 2005 a Ivan Ljubicic, en la segunda ronda de Wimbledon 2006 a Robert Kendrick y en los octavos de Wimbledon 2007 a costa de Mikhail Youzhny.

No es comparabale con esta gesta en una final tan relevante de Grand Slam, frente a un adversario tan bueno, campeón vigente del US Open y nº 2 mundial. Nadal fue más Nadal de lo que hubiéramos podido imaginar.

El tercer campeón más veterano del Open de Australia, tras Ken Rosewall (37 en 1972) y Roger Federer (36 en 2018), es único e irrepetible.

Mundo Deportivo